lunes, 17 de agosto de 2020

Victus

(Las palabras en negrita están hiperenlazadas)


Victus (Sánchez Piñol, 2012) es una novela que narra el conflicto entre la Monarquía Hispánica y el Principado de Cataluña a través de las peripecias que Martín Piernaslargas Zubiria recuerda poco antes de la Revolución francesa y que culmina con el asedio de Barcelona en 1713-14 por las tropas felipistas. Poliorcética, rivalidades, Santa Eulalia, Villarroel, héroes, Casanova, ceguera, botiflers, astucia, traición, egos, intransigencia, deserciones, y hambre y derrota para el pueblo configuran este drama que gracias al personaje de Zubi se hace amena en su primera parte. 

Pensaba en el libro un día después de haber presenciado la peor derrota del Barça y de oír las palabras y la censura de Piqué tras el partido. Voz que reclama el cambio, estructural, y que se ofrece a la autoinmolación. Se erige así en autoridad suprema que decide que nadie es imprescindible, incluso Messi. Vamos, falsa modestia. Sobre todo porque es uno de los jugadores con la ficha más alta del equipo y que, junto al resto de “vacas sagradas” azulgranas, ha forzado cambios de entrenador y aforamiento, ¡cómo si fueran reyes de España! Las ratas abandonan el barco antes de hundirse. 

Retomemos el hilo y el paralelismo, además de antonímico, entre Victus y la debacle azulgrana en Champions. La hipótesis, que pudiera parecer obvia, es que la guerra continua entre dos bandos irreconciliables en facetas tan cotidianas y anodinas como el fútbol. Florentino Pérez, presidente del Real Madrid y de ACS, es un personaje manifiestamente creyente y español, en un sentido histórico y hegemónico. El caso Rosell —Sandro Rosell, ex-presidente del F.C. Barcelona, ha permanecido en prisión durante dos años debido a las acusaciones, aparentemente infundadas, de fraude financiero formuladas por la magistrada Carmen Lamela— señalan su mano negra.

El sr. Pérez, avezado hombre de negocios, con las inversiones escandalosas, gracias también a las televisiones, en su equipo de galácticos provocó un aumento desorbitado de los precios del fútbol que empujó al resto de equipos a seguir su estela, hundirse en la bancarrota o descender de Primera, categoría que ya tiene nombre de banco o de empresa eléctrica. El Barça le siguió el juego con un as bien visible, Leo Messi. El Madrid, con Cristiano o sin, poco ha tenido que hacer en los mejores momentos del jugador argentino. Sin embargo, el equipo culé, más demócrata pero dividido en facciones, ha sido incapaz de apelar a la humildad y se ha rendido al juego pergeñado por Pérez, que parece disponer de una hucha sin fondo. 

Arredilada la cantera para salvaguardar los salarios de los antaño mejores jugadores del mundo, quiénes, además de excesivamente pagados, han menospreciado y desobedecido a técnicos; acoquinada la directiva por los cabecillas de la plantilla y sin un plan director que no fuera parchear la fuga de Neymar, solamente la fortuna, como Santa Eulalia, podía auxiliar un descalabro divisado en lontananza y que acabará pagando el soci, porque el Barça és més que un club! Pero la suerte y el azar, ya se sabe, igual sí, igual no, como Dios. 

Vae Victus (2015), la segunda parte, es harina de otro costal. Cae en picado.