viernes, 31 de julio de 2020

«No eres tan especial»



Hoy, tras denodado y redundante esfuerzo, mi partenaire suelta: 

—«No eres tan especial».

Algo terrible que manifiesta cierta edad, la evidente reducción de un brío y una hombría antaño excepcionales, y que dinamita y carcome (sonido) mi frágil superego. Como el águila que come el hígado a Prometeo, me levantaré todas las mañanas sabiendo que no soy tan especial, arrastrando de día un pensamiento que solamente durante el sueño, sin que llegue a entenderlo, se reconstruirá. Pero es que, además de ataque a mi autoestima, echa por los suelos mi diferencia y, si nos ponemos estupendos, mi capacidad rizomática («Gilles, Félix…») (sic). Poseído por el mantra maldito de mi vulgaridad, que soy normal y corriente como el que más, ¿para qué expresar nada cuando otros pueden hacerlo de manera igualmente interesante, incluso muchísimo mejor que yo? ¿Qué aporto yo que sea especial? 


«Haz tres respiraciones, céntrate en cómo entra el aire en tus pulmones y espira suavemente mientras te fijas en la sensación», me dice la vocecita. Apretando y to p’alante, Rosendo dixit. Hay que seguir adelante, claro que sí!, mientras caigo en la cuenta de que el Mindfulness recomienda andarse con cuidado con los “debes que” y “hay que” para prevenir el estrés. Pensamiento errante. Vuelta a las respiraciones. No permitas que los picores te distraigan. Te centras en ellos y, chas!, desaparecen. Potenciar la atención, el momento presente.


Ya está, control de ideas turbias y, aunque soy un ser normal, al mismo tiempo me siento especialísimo...no puedo dejar el Myfulness...

miércoles, 22 de julio de 2020

La casa de Jack

La casa de Jack (The House That Jack Built, Lars von Trier, 2018), sadismo redundante.



La indiferencia no va con Lars von Trier. Y eso, que no abunda, le honra porque en su riesgo, que no locura, radica su honestidad. Entre la provocación en apariencia gratuita y superficial, y cierta megalomanía e intelectualismo, se imponen preguntas trascendentes y eternas, particulares. La apuesta, el dolor, los traumas, la ironía, la perversidad y el desafío a la moral imperante son condiciones habituales, y casi indispensables, en su periplo personal y cinematográfico. Por eso, cuando hace comedia negra, incomparable al humor de los Cohen, amplía los límites de este concepto y género hasta el paroxismo sin que consiga arrancar ninguna carcajada que no suene a desbarre. Quizá de ahí provengan las alergias que desata, por redundante también.


Jack (Matt Dillon) es ingeniero y quiere construirse una casa, pero Jack es, sobre todo, un ser insatisfecho sin un sentido ni un camino que recorrer. Descubre que matar le ilumina, le aclara las sombras que, delante o detrás, y en cualquier momento del día y del mundo todos tenemos. También se percata del gozo que le promueve tan inaceptable actividad. Se da cuenta de cómo provoca diciéndole a la cara a un policía que es un asesino y dejándole, al cabo de un rato, sobre la luna delantera del coche patrulla la teta cortada de su amante, una chica rubia muy mona, Jackeline (Riley Keough), a la que Jack tiene la consideración de llamar Simple. Gestos así vuelven la mirada hacia el director, que se sabe acusado de maltrato y faltón. Al mismo tiempo, uno no deja de pensar cuánto debe reírse de todo lo que se escribe de él en este sentido. Pero que Jack sea un simple ingeniero, un “solucionador de problemas”, incapaz de crear y concluir algo deja también al descubierto la insatisfacción y las debilidades del propio von Trier, esa megalomanía que lo lleva a declararse persona non grata en Cannes, enfant terrible, trasunto de Atlas enfrentado a todos. 

Entre la excusa, el desamparo y la mofa, Jack no llega a dar pena pero lo que hace von Trier es universalizar, actualizar el mal (en la diégésis ocupa una década, entre los años setenta y los ochenta) y que penetremos en los argumentos del psicópata. Así, conecta a Jack con Virgilio (Bruno Ganz), Dante, Delacroix y Blake a través de la primera parte de la Divina Comedia, la catábasis del autor florentino al infierno de la mano del poeta clásico, y lo ameniza con la música y el canturreo de Glenn Gould. El espectador entra en un trance que diluye la divisoria entre el bien y el mal. El intento de Jack de alcanzar el otro lado, las escaleras que llevan al cielo, deja en el cuerpo un poso amargo y de expectación, a pesar de la advertencia que le/nos hace Virgilio. El retorno a la placenta, al magma primigenio, más autocomplaciente con el buen cristiano que anagnórisis de Jack, ser infernal, frustrado en sus maquetas de proyectos arquitectónicos fallidos, sádico y asesino múltiple, pone sobre la mesa el eterno retorno y la necesaria continuidad de la lucha moral, artística e intelectual.





El fresno


Junto al fresno de la foto (leer la entrad “El banco”) había un estercolero que almacenaba la mierda que se extraía de la cuadra y otros desechos con los que luego se abonaba la tierra. Ahí, del árbol hacia arriba está el patatal y lo rodea un campo de alfalfa. La cuadra daba cabida a siete u ocho vacas con algunos terneros. Durante la feria de Vielha, el 8 de octubre, se reunían entonces ganaderos del Pallars y de Aragón para intercambiar, comprar o vender cabezas de ganado vacuno.

Hoy las ferias son puestos de ropa, productos artesanales dudosos y exhibiciones de caballar para carne. Los pequeños propietarios han desaparecido y perdieron la ocasión de las subvenciones que, en cambio, propicia grandes propietarios. La explotación del turismo precisó de mano de obra para el sector de la construcción y de servicios y rebeló cuánto trabajo y qué poca rentabilidad suponía mantener la tradición y el legado familiar. En fin, quizá la Cuarta Revolución Industrial ya saben, agrobots que no cobren ni protesten y descansen poco contribuya a recuperar un modo de vida menospreciado, más sostenible y menos especulativo.

Pero volvamos a la mierda, que es lo importante. Ahí se cuece una buena cosecha pero antes hay que limpiar la cuadra, recoger los excrementos y trasladarlos en carretilla de mano hasta el estercolero, al otro lado de la carretera C-28. He olvidado comentar que algo que también trajo el nuevo modo de vida fue el embellecimiento de los pueblos. Los pueblos bonitos de España que se precien están pulcros, engalanados y floridos en sus balcones y ventanas, con sus jardineras de hierro forjado que riega y mantiene algún vecino desocupado y con cierta dosis de incomodidad. Las calles decoradas con costras de bosta no procedían. La vergüenza, puede que por inadaptados, aumentaba al mismo paso que la nostalgia. Afloraba en mi madre, que se encargaba obedientemente de la mayor parte del trabajo para mantener al ganado, este sentimiento contradictorio. Así las cosas (suspiro), pasé las vacaciones de mi infancia y adolescencia recogiendo alfalfa y gruñendo. Menos mal que lo aprobaba todo, hasta los dieciséis…

Es otoño. El estercolero llega a la altura de la carretera. En la foto no se aprecia pero tendrá un metro y medio de profundidad aproximadamente y unos quince metros cuadrados de área. [Seguro que mi padre protesta porque me he desviado en centímetros del cálculo]. La parte superior se endurece con el tiempo, de manera que parece transitable...Un chaval, amigo de pueblo, de esos con los que compartes las primeras fumaradas, descubrimientos anatómicos y MaxMixes, se acerca orgulloso, confiado, nazareno de Betren, ¡que no me hundo! Pero…? Fiu!, salta como un rayo, ¡Zhang Chengqiang él!, pero después de haber tocado fondo y de mierda hasta la cintura. Se marcha a casa lloriqueando. Sin embargo, yo siempre me acordaré de las fresas que salían junto al estiércol.

lunes, 20 de julio de 2020

El banco





Un banco sito entre la C-28 (de Vielha a Esterri d’Àneu) i eth Carrèr deth Taro (Betren), sujetaba las posaderas de unos viejos entrañables pero de armas tomar que me miraban entre desconfiados y burlones desde la distancia. Es finales de los ochenta y cuento quince o dieciséis años mientras, orgulloso e interesado, me introduzco durante los veranos en el noble oficio de la construcción. Hijo de jefe pero obrero convencido tras el paso por Federica Montseny, mi espíritu supura vigor y juventud y reclama justicia para con el proletariado y los campesinos sin percatarme de que el sudor y el esfuerzo no siempre ennoblecen, de que algunas tradiciones familiares es mejor cambiarlas y de que la ofuscación dogmatiza. 


Son las dos y cuarto de la tarde de esos tiempos mientras espero junto a la carretera a que me recoja un Nissan Patrol v4 sin dirección asistida. En el banco, sentados en el centro, Alfredo y Manolo hacen de capos. Flanquea por la derecha Ángel, compañero del economato de Productora y amigo del primero. Paco y José, hermanos, esbeltos pero robustos, forman de pie uno a cada lado de la estructura, y Alfonso, alojado a la izquierda y junto a Manolo, apoya las manos sobre una vara de avellano que hace las veces de sostén y de autoridad. De todos solo queda el último y tendrá muchos años. El resto fumaban casi todos aunque, excepto a los primeros, el tabaco no les impidió llegar a octogenarios. 


Que estén tiene su función. Controlan que pasen todos los vehículos que trasladan a los obreros a las obras que en aquellos y posteriores años se multiplicaron en la Val d’Aran y, después de comer, hacen tiempo antes de echar la siesta bajo un peral menospreciado pero que les da sombra. El frutal desapareció entre el 2005 y el 2007, cuando ensancharon la carretera que lleva a la montaña de Vaqueira, ubicación de la estación de esquí y de pletas que arredilan, a finales de año, a otros magnates y piratas. También se esfumó el banco, una tabla inestable pero suficiente sobre dos troncos, y sus ocupantes. 


Me ha hecho ilusión pensar en ello, o me ha puesto nostálgico y ya no distingo el aquí del allí ni el entonces del ahora. Converso con un amigo, del pueblo y de la vida, a veinte metros del peral y los viejos mientras nos sentamos, frente al fresno que se ve solitario a la derecha del ortoplano 2018 (parte de abajo de la foto), en la lama del borde del sentadero de un banco de hierro, roñoso y con el esmalte levantado, que se mantiene recostado sobre unas rocas y apoyado sobre sus dos patas delanteras. Impasible y mutilado, de espaldas al atardecer y al Montcorbisun pero firme y asombrado, este banco resiste a la melancolía, al polvo que levantan los 4x4 y al escozor que provocan las ortigas.










miércoles, 15 de julio de 2020

ArTifariti 2008



ArTifariti 2008, Encuentros internacionales de arte y derechos humanos del Sahara Occidental.


Ahora mismo estoy baldado pero esta noche he soñado (porque recuerdo parte) con mi excursión a los territorios saharauis en 2008 de la mano de un proyecto artístico auspiciado por el Koldo Mitxelena en contacto con una organización Los amigos del pueblo saharaui de Sevilla. A partir de un proyecto desmañado de una artista ducha en la búsqueda de subvenciones, un amigo, Luisillo, tallista, poeta y compañero de desmanes en aquellos tiempos y otros, contactó conmigo, ya última opción, para acompañarle al Sahara, con los gastos pagados, con tal de desarrollar la Jaima Adjetivadora, algo que allí no sabíamos muy bien cómo explicar pero que aquí, en Donostia, quedó muy muy digno. Vaya que sí. 

Sin embargo, y a pesar de la ayuda de Iratxe, informática, no supimos darle el enfoque mediático correcto y pasó desapercibida la obra, incluso para los amigos de Sevilla, y la reivindicación, que, a mi modo de ver, es/era lo más relevante. Ni organizarlo en Porrontxo Jaiak (fiestas populares del barrio de Egia a mediados de septiembre en Donostia) fue la mejor idea ni conocíamos el círculo del arte ni comulgábamos con sus poses ni, insisto, supimos destacar nuestro trabajo ya en plena era digital. 

Sea como fuere, vuelvo a las sensaciones de mi sueño y me recojo y expando con Pilar, Libia, Miguel, Luis, Estrella Polisaria, Felipe, Chasca, Iker, Jose, Pililli y el guitarrista pelirrojo que la acompañaba (siento no recordar el nombre, como me pasa con tantos otros que ahora veo en las fotos). Con los cuatro primeros pasé la mayor parte del tiempo en aquellas, y ya sé que suena fatal, colonias puesto que no estaba, hablo por mí, nada puesto en el asunto del padecimiento de los saharauis. Pero significó un break, una fuente de energía y luz, en un momento oscurísimo de mi vida y también una oportunidad de vida distinta que no me decidí a tomar. Ello no implica arrepentimiento pero si cierta desazón por la incapacidad de emprender todos los viajes. Pero ahí está, en mi sueño y en Google. 

Encuentro unas palabras de Josep María Esquirol que, quiero entenderlo así, apelan a la hospitalidad del pueblo saharaui y que me reconfortan y conectan de nuevo con aquella experiencia. 

El desierto ilustra la precariedad de la condición humana. Y no por azar, plegaria tiene la misma raíz que precario. La precariedad da sentido al amparo. En el océano no hay amparo, hay inmersión y disolución (Esquirol, 2015:129).



La Jaima Adjetivadora, el proyecto 

Durante nuestro periplo a los territorios saharauis, tierra yerma donde no existe el verde y vagan los desposeídos, tanto Luis como yo tomamos imágenes de todo lo que veíamos. Algunas, pocas, las fabricamos aunque de ahí Luis extrajo material para montajes fotográficos posteriores. La idea era situarnos como observadores de pájaros, como si estuviéramos en esas casetas chatas que se disponen en los parques naturales pero sin intervenir en el territorio, sin manchar. El proyecto tenía más de observación (de gestos, actitudes, territorio, etc.) que de voyeurismo. Las imágenes se asociaban a adjetivos que concretamos posteriormente. 

Se diseñó un software que permitía escuchar un adjetivo en varias lenguas (saharaui, castellano, euskara, francés e inglés) mientras las imágenes se proyectaban en las cuatro paredes de una jaima construida para la ocasión pero ya en Donostia. 



A tener en cuenta,

Esquirol, Josep María (2015). La resistencia íntima. Barcelona: Acantilado.

http://artifariti.blogspot.com/

https://issuu.com/artifariti/docs/ud_didactica_alumnado_guia_profes_c

lunes, 13 de julio de 2020

Tartas de colores



Ayer por la noche un conocido me mandó un Whattsapp, “El País Vasco es un país [sic] multicolor…”, y lo comparaba con los resultados que ya se entreveían en Galicia. Qué engañosas las gráficas, ¿verdad?. La estrategia del BNG de clarear el azul es similar a la de BILDU con el verde, que es muy parecido al de VOX. Esto conforma dos tartas donde predominan el azul, bitonal, en una y el verde, tritonal, en la otra. Pero si en Galicia reproduce el choque de nacionalismos entre el Estado y la región, en Euskadi tiene implicaciones de clase (burguesía vs proletariado), con la salvedad de que este proletariado es nacionalista y, ya, algunos un poco progresistas y con segunda residencia, ni que sea una autocaravana. 


De ahí la espeluznante llamada de VOX, fanáticos y profundos desconocedores de la tierra o simplemente pragmáticos que saben, por la experiencia y los datos, de dónde arrancar los votos y la mala baba. En este caso, el espectro de población rural de Álava, aunque Vizcaya, densa y urbana, se lleve la palma con el doble de votos. En EITB2, un tertuliano iluminado soltó que estos votantes son antiguos comunistas desencantados con el progreso, como sucede en toda Europa, claro. Lo raro es que esos comunistas no voten, precisamente a Elkarrekin Podemos-IU o a Galicia en Común, que algo mal también habrán hecho para que esos votos no sumen de su lado. 


De vuelta a la tarta y a los colores, es curioso que las tonalidades de verde y azul creen tanta confusión. Entiendo que el marrón que tanto gusta lucir a Santiago Abascal o el verde militar de Ortega Smith, trasunto borroso de Edmund Heines, no formen parte del logo. Son poco vistosos, no llaman a confraternizar. Pero ese verde vejiga, algo fluorescente e intermedio, como una piedra en el zapato, asoma la cabeza entre los otros dos aunque ya querrían ellos hacerlo de la misma manera que el PNV se cuela en la política española. Así pues, unos y otros se confunden en el antiverde. Repelente para los españolistas; chillón, e intolerable desde el primer día, para los nacionalistas vascos. 

En Galicia, ambos azules contrastan con el rojo vacuo y en Euskadi, morado, rojo y azul (absorbente de naranja) completan una tarta no tan desaborida. De los tres solamente el rojo no cede posiciones. Ahora bien, no acaba de quedar claro el perfil de LinkedIn de sus votantes. Y los morados quizá tengan que recuperar antiguos símbolos porque los recientes parecen agotados, lo cual no deja de ser una lástima porque tanta simplificación nos hace más borregos y arredilados.

jueves, 9 de julio de 2020

Mascarillas


A partir del jueves 21 de mayo del 2020 el uso de mascarillas, preferentemente higiénicas y quirúrgicas, será obligatorio para los mayores de seis años en espacios cerrados y en la calle. Existen salvedades pero sobre todo una sorprende por su incoherencia. En los bares y restaurantes no será obligatoria.


El gobierno juega a varias bandas. Por un lado, connivente ante la supuesta presión económica, fuerza la prevención y plantea la posibilidad de castigar al usuario incívico; por otro, obliga a los ciudadanos a costear los errores de gestión gubernamental durante la crisis pesetilla a pesetilla, como haría Txantxillo, aquel personaje donostiarra. Es decir, el ciudadano no solo sucumbe a la inoperancia política —por comprobar está qué contratos y con quién se han firmado—, también a la especulación del mercado pues ya veremos cuánto acabamos desembolsando cada uno por los packs de mascarillas que vende, por ejemplo, Mercadona, cadena que junto a Lidl, Eroski o BM, ha aumentado el precio de sus productos durante el estado de alarma.


Toda esta falta de presencia real, pone en evidencia el paternalismo del gobierno. Algo de lo que deberíamos desconfiar y que es profundamente negativo pues esconde las miserias de un estado demediado. Incapaz de legislar para sus ciudadanos y compatriotas, el gobierno manifiesta de nuevo y rotundamente que la política es un gran negocio, quizá ya el único del que unos españoles siguen viviendo descaradamente a costa de la fe de otros. Del café para todos al ¡sálvese quién pueda!


Valga esto para todos los partidos políticos y sus socios y clientes en las sombras allá donde campen, con la salvedad —siempre una excepción confirma la regla— de Donostia. Aquí estamos admirablemente protegidos y limpios, faltaría más!. Es de suponer que la ciudad más carilla cuente con más medios para resolver estos conflictos. De todos modos, aprovechen las ofertas (de mascarillas) y no se lo gasten todo en cañas y helados.

Big Data?!!

(ya sé que no es el tema del día...) 

Sí, los Big Data ya están aquí, y no son gigas, son yottabytes

Skynet dominará el mundo! 


Raymond Kurzweil, hacía predicciones en los noventa de lo que seria Internet cuando ya hacía veinte años de Arpanet y avanzaba la singularidad tecnológica. Situación, proceso, que significa que León Kowalski (Brion James) pasa el Test de Turing sin que Deckard (Harrison Ford) se de cuenta. Iluminación o predicciones fundamentadas en hechos que se han producido en los EUA desde los 70 (Era de la información, avances computacionales acelerados, caída del Bloque del Este)? 


Pero se trata de que estos pronósticos se produzcan o de que se generalicen? ¿qué implicaciones tendrá en los sentimientos —felicidad, amor, empatía, piedad, etc.—, las relaciones —entre personas diversas y robots—, en el pensamiento —aceptación de errores, de la muerte— y sociales —demografía, trabajo—? Todo ello dependerá de ceros-unos y probabilidades? Se impone y se fuerza el neopositivismo para desviar la atención sobre las posibilidades de consenso político pero, ay, implicará una mejora en la calidad de vida tanta manipulación alfanumérica en la biología y el ecosistema? Furious and faster!


Contra esta enfermedad Josep Maria Esquirol propone en La resistencia íntima (Acantilado, 2015) pausa, contemplación, resistir tanta tentación neoliberal y recuperar el sentido de conceptos como el de libertad. 

La paloma —comenta Kant—, al volar libremente y sentir en sus alas la resistencia del aire, podría imaginarse que en el vacío vuela mejor. Pero la verdad es que en el vacío no volaría[...] no sabría que lo que la frena es lo que simultáneamente le permite volar. La resistencia, el límite, es también condición de posibilidad (p.102).