martes, 8 de septiembre de 2020

La inocencia, tempus fugit

La inocencia (Lucía Alemany, 2019)




Lis (Carmen Arrufat) es una adolescente de quince años que vive en Traiguera, un pueblo de Castellón cerca de Vinaroz, de la provincia de Tarragona y, en su momento, de la Marca Hispánica, primero del lado musulmán, después del cristiano. Entre la piscina, el aburrimiento y los chascarrillos de sus amigas, Néstor (Joel Bosqued), su novio «maquinero» mayor de edad, las broncas de su padre (Sergi López), estibador y perdedor, o de su madre (Laia Marull), remilgada, religiosa y sometida, pasa la chica su último verano infantil con fiestas locales y toro embolado incluidos pero en el horizonte planea su deseo de estudiar en una escuela de Barcelona para ser artista de circo. Mientras tanto la negligencia la deja preñada y la ruta hacia la madurez, inconcebible, se convierte en un calvario.


Rodada en el lugar y con los elementos precisos, sin estridencias de ningún tipo y aprovechando los recursos y las personas del pueblo, Alemany recrea su adolescencia y biografía sin empachar al espectador de añoranza ni reivindicaciones. La directora alude a las transiciones temporales que en muchos lugares se manifiestan muy paulatinamente, más si conciernen a mujeres o cambios de pensamiento bruscos. De ahí que cuando uno ve que Néstor y sus colegas tiran de tuning y Bakalao y las chicas se visten como chonis no sepa situar la época del todo si no es por el móvil de una de las amigas de Lis. Claro que el Trap tampoco ha alterado tanto esa estética.


Aunque La inocencia es una película coral, abundan los primeros planos según Lis, las amigas, el padre, la madre o Remedios (Sonia Almarcha) personaje liberado gracias a un talante abierto y a, precisamente, su continuidad con el descubrimiento de la naturaleza y las soluciones a nuestros males que nos aporta adquieren protagonismo, se enfrentan y estrechan el cerco a la protagonista para resolver sus dilemas: abortar o no (y decírselo a Néstor), persistir en su vocación o abandonar. Así, el drama, con una dimensión personal intensa, respira y transmite optimismo dentro de un contexto retrógrado e intransigente que no soporta las aspiraciones alocadas pues reflejan su fisura moral e inmovilismo. Sin embargo e indefectiblemente, tempus fugit. No sé si Lucía Alemany soñó con hacer cine pero ahí está, con una buena película en su regazo.