viernes, 14 de agosto de 2020

“Insta”

"Insta"uhah!

La redes sociales ya no son algo a lo que se pueda optar. Para muchos es necesario estar ahí. Por ocio o por mandato empresarial estas herramientas destilan vanidad, crueldad y un salario que se gana mediante una falsa inocencia y discursos manidos buenrollistas. Jefes de cuentas, Community managers, Haters o su contrario tiran de likes para posicionarse, desmontar o captar al personal. Hoy, un pajarito me ha dicho que en ZaraHome contratan a chicas saldrán más baratas y obedientes…en función de los likes que tengan en Instagram y otras redes sociales.


Si el “Insta” es el protagonista de esta minúscula historia que arranca a modo de panfleto es porque me he visto inmerso en esa vorágine de la apariencia que te desubica y te hace sentir extemporáneo, inadecuado, impropio e inoportuno por tu ignorancia y resistencia al escaparate. Trabajar, sobre todo en publicidad, cine y televisión es guay a pesar de todo. La red da fe de tu flexibilidad al mostrar qué bien te lo pasas mientras produces. Algo poco meditado y complejo de conjugar con royalties. Además, esa flexibilidad que preconiza el neoliberalismo desde la pantalla va camino de convertirse en conditio sine qua non para muchos otros trabajos tradicionalmente menos expuestos a los focos del glamour, lo cual revierte en servicios de peor calidad por apresurados e incremento de las ratios.


Por otra parte, el Insta, desde el susodicho buenrollismo, es una ventana a un mundo ideal al que todas las marcas se aferran. Todas son ecolós, respetuosas con la nómina de empleados e incitan a disfrutar de la vida de una manera moderada. No importa si los peces se cazan, se dan órdenes sin reparo al lector, la negrita resalta la negrita o se confunden los términos con tal de pasárselo like! a partir de cualquier chorrada inconsciente y simplona. Por otro lado, si todo el mundo tiene yate, invade el Paraiso, esquía o no se acaba los pares de zapatos y otros tantos accesorios y ropa para todas las situaciones imaginables y por descubrir, ¿qué margen queda para esa pretendida exclusividad? ¿y qué sentido tiene ya el mundo sin ese ruido?.


El pez se está quedando sin cola y, debo admitirlo, contribuyo a ello aunque sugiera ambientes antitodaesaparafernalia y de manera esporádica. De algo hay que vivir (en mi caso sobrevivir), dice la voz de Judas, y esto la hipocresía, la mentira, la flacidez, la crueldad, el miedo, la indiferencia, la creatividad... es un negocio, viejo pero cada vez más insostenible. No me cruzo con mucha gente que crea en lo que ve a través de su Iphone last generation precio sueldo mileurista, pero hay que estar ahí, expuesto, por si suena la flauta.


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