jueves, 3 de junio de 2021

Una historia de martillazos

 


El insulto (Ziad Doueiri, 2017)



Beirut. Toni, cristiano libanés, riega las plantas de su balcón sin importarle que el agua que se derrama por un canalón ilegal caiga sobre la cabeza de Yasser, palestino y capataz de la obra que se está ejecutando justo ahí. Los obreros se personan en casa de Toni para poder canalizar correctamente el desagüe pero éste se niega. Yasser decide hacerlo sin su permiso desde la calle pero Toni rompe de un martillazo la reparación y Yasser le espeta con un “capullo de mierda” que reabre viejas heridas. Un asunto sin gran trascendencia acaba convirtiéndose en un proceso judicial de dimensión nacional que enfrenta a un padre y una hija abogados; y a los cristianos con los palestinos del Líbano bajo la mirada omnisciente de los judíos y el sharonismo.


El insulto es una película sobre la importancia y las heridas del lenguaje, sobre los actos de habla, los significados y los significantes en un entorno de crispación religiosa y de revanchismo. La memoria histórica del cineasta se retrotrae al ataque palestino a Dhour en 1976 durante la Guerra civil libanesa (1975-1990). Paralelismos, metáforas, sermones y tecnopop se mezclan en esta cinta interesante, buenrollista y algo sensiblera que apela a la reflexión, a la moderación, al abandono del victimismo y a reconocer el sufrimiento ajeno. Palabras mayores y temas anexos sobre los que hurgar, pero si Doueiri (West Beirut; Lila dice esto; El atentado), homme pressé, da un paso adelante, quiere solucionar de un martillazo la herida milenaria abierta con otro para irse de fiesta.






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