miércoles, 22 de julio de 2020

El fresno


Junto al fresno de la foto (leer la entrad “El banco”) había un estercolero que almacenaba la mierda que se extraía de la cuadra y otros desechos con los que luego se abonaba la tierra. Ahí, del árbol hacia arriba está el patatal y lo rodea un campo de alfalfa. La cuadra daba cabida a siete u ocho vacas con algunos terneros. Durante la feria de Vielha, el 8 de octubre, se reunían entonces ganaderos del Pallars y de Aragón para intercambiar, comprar o vender cabezas de ganado vacuno.

Hoy las ferias son puestos de ropa, productos artesanales dudosos y exhibiciones de caballar para carne. Los pequeños propietarios han desaparecido y perdieron la ocasión de las subvenciones que, en cambio, propicia grandes propietarios. La explotación del turismo precisó de mano de obra para el sector de la construcción y de servicios y rebeló cuánto trabajo y qué poca rentabilidad suponía mantener la tradición y el legado familiar. En fin, quizá la Cuarta Revolución Industrial ya saben, agrobots que no cobren ni protesten y descansen poco contribuya a recuperar un modo de vida menospreciado, más sostenible y menos especulativo.

Pero volvamos a la mierda, que es lo importante. Ahí se cuece una buena cosecha pero antes hay que limpiar la cuadra, recoger los excrementos y trasladarlos en carretilla de mano hasta el estercolero, al otro lado de la carretera C-28. He olvidado comentar que algo que también trajo el nuevo modo de vida fue el embellecimiento de los pueblos. Los pueblos bonitos de España que se precien están pulcros, engalanados y floridos en sus balcones y ventanas, con sus jardineras de hierro forjado que riega y mantiene algún vecino desocupado y con cierta dosis de incomodidad. Las calles decoradas con costras de bosta no procedían. La vergüenza, puede que por inadaptados, aumentaba al mismo paso que la nostalgia. Afloraba en mi madre, que se encargaba obedientemente de la mayor parte del trabajo para mantener al ganado, este sentimiento contradictorio. Así las cosas (suspiro), pasé las vacaciones de mi infancia y adolescencia recogiendo alfalfa y gruñendo. Menos mal que lo aprobaba todo, hasta los dieciséis…

Es otoño. El estercolero llega a la altura de la carretera. En la foto no se aprecia pero tendrá un metro y medio de profundidad aproximadamente y unos quince metros cuadrados de área. [Seguro que mi padre protesta porque me he desviado en centímetros del cálculo]. La parte superior se endurece con el tiempo, de manera que parece transitable...Un chaval, amigo de pueblo, de esos con los que compartes las primeras fumaradas, descubrimientos anatómicos y MaxMixes, se acerca orgulloso, confiado, nazareno de Betren, ¡que no me hundo! Pero…? Fiu!, salta como un rayo, ¡Zhang Chengqiang él!, pero después de haber tocado fondo y de mierda hasta la cintura. Se marcha a casa lloriqueando. Sin embargo, yo siempre me acordaré de las fresas que salían junto al estiércol.

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