domingo, 23 de agosto de 2020

Segundas oportunidades

Seconds (Plan diabólico, John Frankenheimer, 1966) 

(Las negritas están hiperenlazadas)

Seconds no es stricto sensu un plan diabólico pero no se puede obviar la perversidad y el pillaje de La Compañía. Se ofrece, mediante captación de personas muy cercanas, a potenciales clientes, gentes pudientes susceptibles de desánimo vital, un cambio de vida integral. Resurrección a todo tren, el incentivo de esta segunda oportunidad apuesta por un cambio de identidad y físico, de esperanzas y de condición económica más que aceptable. 

Arthur Hamilton (John Randolph), casado y con una hija adulta, se siente insatisfecho con su vida. Recibe llamadas de un amigo al que creía muerto, quien le convence de la existencia de La Compañía y sus posibilidades. Renacido en el pintor figurativo Antiochus Wilson (Rock Hudson), La Compañía le proporciona estatus en California, dentro de una comunidad de renacidos. Sin embargo, Wilson descubre que necesita del libre albedrío, que los bienes materiales no lo son todo pero que no le parece tan mal lo que hace La Compañía si puede volver a intentarlo hasta que... 

Frankenheimer recurre al expresionismo durante el inicio de esta historia. Imágenes distorsionadas de los espacios —el pasillo ajedrezado o la desfiguración de las partes de un rostro—, planos subjetivos con movimiento, escorzos exagerados de Hamilton, angulares, o contrapicados, también tambaleantes, del protagonista cortados por la boca y una interpretación que exuda angustia acentúan un clima de acoso. Pero lo que apunta a thriller policíaco deviene en crisis existencial del protagonista y crítica a la sociedad de consumo y a una clase medio-alta norteamericana excluyente, amoral y ebria de sí misma que se explaya en escenas como la embarazosa bacanal o la fiesta en casa de Wilson. 

El autor, comprometido con la idealización de la naturaleza humana, abandona la Guerra y las consecuencias sociales y morales en los individuos para acometer la potencialidad discriminatoria de los avances científico-tecnológicos. Si una segunda o nueva oportunidad forma parte del fundamento moral y legal de los USA, Frankenheimer delimita su acceso a los que pueden permitírselo. Por otro lado, en la retina la recuperación de los mitos del científico loco (el Rotwang de Metrópolis (Fritz Lang, 1927), Frankenstein (James Whale, 1931), El Golem (Paul Wegener, 1922) o los experimentos reales de Josef Menguele con prisioneros judíos en Auschwitz aluden a un desafío a la vida y a una crisis de los valores. 

Lo que entonces se tenía por ciencia-ficción hoy es posible. Eso sí, el privilegio, más autojustificado, egotista y minoritario que nunca, contrasta con el cinismo hacia los retornados forzosos a su puerto de huida y otros macabros sinónimos de oportunidad. The World Is A Vampire!

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