lunes, 24 de agosto de 2020

Todo cambia, nada permanece

Paterson (Jim Jarmusch, 2016)

Paterson es nombre de lugar y de persona. El lugar, que recibe su nombre de un poema de William Carlos Williams, es la tercera ciudad del estado de Nueva Jersey, USA, y capital el condado de Passaic; la persona (Adam Driver) es conductor de autobús y poeta aficionado al primero. El chófer es un hombre sereno, poco expresivo y diligente en su trabajo; el poeta, buen observador de los detalles, se inspira y profundiza en lo cotidiano y en la creatividad de la gente que vive en el extrarradio de la autoerigida capital de Occidente, Nueva York. 

Paterson, además, tiene una pareja, Laura (Golshifteh Farahani), de origen persa obsesionada con la decoración en blanco y negro, que experimenta con la cocina y quiere ser cantante de country con una guitarra arlequinada. Con ambos vive Marvin, un bulldog inglés mimado y enconado con Paterson. La vida es monótona pero tranquila excepto contados sobresaltos y gemelos con los que topa Paterson. Trabajo, casa, paseo con Marvin, cerveza en el bar de Doc (Barry Shabaka Henley) con alguna que otra sorpresa, visitas esporádicas a las Cataratas de Passaic desde la central hidroeléctrica y pequeñas reflexiones en versos sin rima que fija en su cuaderno. 

Pero como en Ghost Dog (1999), se palpa una intensidad in crescendo susceptible de terminar con tanta calma de forma abrupta. Efectivamente, el Fénix renace. Mientras contemplan el desplome del agua bajo el puente de hierro y charlan de Allen Gingsberg, Jean Dubuffet y Frank O’Hara, «a veces las páginas en blanco presentan más posibilidades», le dice el poeta japonés (Masatoshi Nagase) que le tiende un cuaderno como regalo antes de despedirse. 

Paterson es una oda a las pequeñas cosas, un retrato y revelación de lugares insignificantes, un canto a la interculturalidad y a la diversidad, a la pausa y la calma, a los sentimientos y al humor, a la música suave pero intensa, a lo silencioso, a lo insignificante, a lo que pasa por delante de nuestras narices y que menospreciamos, a la belleza de lo feo —desde los autobuses a los edificios de ladrillos cara vista o los problemas de Donny (Rizwan Manji)—, a los pasos cortos y a nuestras huellas, a la poesía y al cine.



El verso

Hay una antigua canción

que mi abuelo solía cantar

que hace la pregunta,

“O preferirías ser un pez?”



En la misma canción 

hay la misma pregunta 

pero con una mula y un cerdo,

pero la que yo oigo a veces

en mi cabeza es la del pez.



Ese único verso.

Preferiría ser un pez?

Como si el resto de la canción

no fuese necesario.



Ajá.













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