Doy con este poema de Gabriel Aresti (“Nire Aitaren Etxea”, en Harri eta herri (1963)) en la lectura de Feria (Simón 133-134) y me enciendo, pero también me acuerdo de la Carta al padre (1919) de Kafka. No, no quieren decir lo mismo Simón, Aresti o Kafka a pesar de que partan del padre, pero el vínculo entre los ancestros, la patria y el amor es estrecho. La proyección que intuyo de Simón es, por lo menos, doble (tiempo y espacio), aunque no sin controversias. Una, la de usar un poema vasco para defender un clan familiar en la Mancha. Acaso es ¿Ironía, reconocimiento?. Dos, la de criticar la invención y la exacerbación del nacionalismo, pero entonces ¿quién protege el legado cultural? ¿debemos dejar que se hunda en la historia? ¿y por qué ha de prevalecer el de unos y no el de otros?. Simón ama profundamente su legado familiar. Un afecto que, sin embargo, el autor checo retrata como un inhibidor para el desarrollo del hijo. Por supuesto, en la discusión se enmarañarían los géneros y en creer a pies juntillas que algunas cosas son solo de hombres y otras de mujeres.
Defenderé
la casa de mi padre.
Contra los lobos,
contra la sequía,
contra la usura,
contra la justicia,
defenderé
la casa
de mi padre.
Perderé
los ganados,
los huertos,
los pinares;
perderé
los intereses,
las rentas,
los dividendos,
pero defenderé la casa de mi padre.
Me quitarán las armas
y con las manos defenderé
la casa de mi padre;
me cortarán las manos
y con los brazos defenderé
la casa de mi padre;
me dejarán
sin brazos,
sin hombros
y sin pechos,
y con el alma defenderé
la casa de mi padre.
Me moriré,
se perderá mi alma,
se perderá mi prole,
pero la casa de mi padre
seguirá
en pie.
Referencias
Simón, Ana Iris. Feria. 11ª ed. Círculo de Tiza, 2021.
No hay comentarios:
Publicar un comentario