viernes, 28 de agosto de 2020

Perdición


Double Indemnity (Perdición, Billy Wilder, 1944)


Walter Neff (Fred Macmurray), agente de seguros joven, alto y apuesto, trabaja para una compañía cuyo supervisor es Barton Keyes (Edward G. Robinson), un hombre sagaz, de baja estatura, con un enanito dentro y, por lo menos, veinte años más que el primero. El agente se persona en casa del sr. Dietrichson, donde es atendido por Phyllis Dietrichson (Barbara Stanwyck), rubia, bajita, astuta, enfermera de su primera esposa antes de morir y que odia a Lola (Jean Heather), hija de ese primer matrimonio que mantiene una relación con Nino Zachetti (Byron Barr) —cómo se parece este nombre al de Vanzetti!—, ex-estudiante de medicina e impulsivo. 

Cine negro primerizo, mezcla claroscuros, dinero, crimen, corrupción moral y legal, diálogos basados en metáforas, contrapicados ligeros y pasión. «Lo lógico sería tomar vino rosado del que hace burbujas y no tengo más que aguardiente», le espeta Walter a Phillys cuando ella aparece en su casa y lo tácito se hace obvio. Mala mezcla y cuenta que se saldará doblemente, como indica el título, más pragmático que la traducción católica al español. En 1935 James M. Cain escribió Pacto de sangre basándose en el crimen cometido en 1927 por Ruth Snyder y su amante Judd Gray, vendedor de corsés, sobre el marido de ésta para deshacerse de él y cobrar la póliza del seguro. Ambos fueron detenidos y ejecutados en la silla eléctrica, también canción de rock’n’roll brutal. 

Si Cain recuperaba en su novela los locos años veinte pre-Crack29’ durante el Weltfare State que en 1934 inaugurara Roosevelt, Wilder remitía a esas décadas en pleno racionamiento pre-desembarco de Normandía. Distracción y rectitud moral para reconducir a los despistados, como hace Keyes con el camionero Sam Garlopis (Fortunio Bonanova, emigrado actor mallorquín) al mostrarle cómo se abre la puerta, girando hacia la izquierda, y se sale con el rabo entre las piernas tras un fallido intento de engaño a la compañía. Alusión a la inteligencia, al pálpito, el enanito del principio, a la derecha y a la buena gestión. Película de otra época sin duda pero nourriture del noir y thriller actuales y, a menudo, zafios. 

Pues con esta ilusión y baza pretendía yo liar ayer por la noche a mi hijo que, si el Covid, otro argumento para racionar, lo permite, se adentra este siguiente curso en Cultura Audiovisual I. Aguantó treinta o cuarenta minutos antes de excusarse para ir al excusado con el móvil a ver vídeos de dios sabe qué, lo cual, esta mañana, me ha hecho reflexionar sobre la relación entre la mierda, el placer, la Cultura, las peras y el olmo, pero lo dejo para cuando se me pase el encantamiento. 





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