El capital humano (Il capitale umano, Paolo Virzi, 2013)
Adaptación de la novela Human Capital (Stephen Amidon, 2004) en cuatro actos —«Dino», «Carla», «Serena» y «Capítulo final»—, la película de Virzi circula entre la comedia italiana, el drama pirandelliano, el thriller y la crítica social.
Milán. Crisis económica (2008-?). Dino (Fabrizio Bentivoglio), viudo, API vía herencia paterna, emparejado con Roberta (Valeria Golino), psicóloga y embarazada de gemelos, y padre de Serena (Matilde Gioli), novia de Massimiliano Bernaschi (Guglielmo Pinelli) e hijo del orgulloso financiero Giovanni Bernaschi (Fabrizio Gifune), ambiciona una posición social mejor y más desahogada. Aprovecha la relación de los jóvenes para acercarse a Giovanni, poseedor también de Carla ((Valeria Bruni Tedeschi), esposa florero y aficionada al teatro, y gestor de un fondo de inversión muy suculento pero arriesgado.
Si la tragicomedia abunda durante los dos primeros actos con la figura de Giovanni, pantocrátor, especulador, sobre las cabezas de los demás, la fatalidad inunda la recta final. Virzi, que no se regodea en la lágrima fácil, se deshace del tono inicial para atajar el asunto con seriedad. El precepto pirandelliano que propugna el relativismo radical, ninguna verdad es absoluta ni permanente, se quiebra para, en un giro satírico de 180º, reafirmar que nadie está a salvo del capital(ismo). Y es que esta historia arranca con un camarero —latino en la versión americana— que, tras el servicio de noche, se marcha en bici a casa y es embestido por un todoterreno como el de Massimiliano. Una sacudida en la imagen social de los Bernaschi y pesquisas policiales que apuntan al niño pijo pero el culpable es…
Con ecos de Muerte de un ciclista (Juan Antonio Bardem, 1955), la doble cuestión moral —revelar la verdad (por parte de Carla) y la avaricia (de Giovanni por clasista y de Dino por trepa)— que se debate se salda con lo que abona una aseguradora por la vida de una persona en función de las expectativas económicas y vínculos sociales y afectivos de ésta. Pero esas resoluciones solo parecen afectar a la mayoría, que forcejea entre la alegría y el dolor, la pobreza y la riqueza, la libertad y la cárcel, la normalidad y lo extraordinario. Mientras, otras cosas son para siempre. Claro que según se mire...
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