sábado, 24 de julio de 2021

Cultura del esfuerzo

 

«Trabajar deprisa para vivir despacio» (Montserrat Caballé (Boeglin 51))


Esta frase así, descontextualizada, podría inducir a error. Ni el menosprecio al trabajo ni el despliegue de sus virtudes son nuevos, ni tiene por qué colisionar el trabajo con el ocio. Vivimos una era muy flexible... No obstante, lejos de la carga pesada y en un contexto académico, Boeglin propone trabajar concienzuda y racionalmente para sentirse satisfecho y acometer el desafío que representa realizar un Trabajo Final de Grado (TFG), de Máster (TFM) o una tesis doctoral sin morir en el intento. Toma de apuntes, orden de ideas, técnicas de relajación, pausas, constancia, disciplina, un calendario, evaluación de los logros, gestión del tiempo, etc. Cosas que aligerarán y acelerarán la tarea y que deberían enseñarse desde el principio en el escuela para sacar mayor partido a las miles de horas que un estudiante pasa en el aula.


Pero, como animales sociales que somos, además funcionan como pautas para la vida y la emancipación porque, queramos o no, hipotecaremos parte de nuestro tiempo. Así que no es solo un consejo, es también una advertencia. Sin embargo, este aviso es falsable porque la vida nos enseña cómo se expande la corrupción a pesar de las buenas intenciones y métodos con las que cualquiera se empeñe. O sea, que la frase implica mucha fe y nos retorna al mantra benedictino ora et labora. Una decisión que, quién sabe, quizá sea lo único que nos pertenece y dé sentido a nuestras vidas cuando las extremidades crujen. Especialmente si, mecidas por una brisa suave y el rumor de la mar, reposan alerta al deseo sobre una playa de arena fina y blanca un día soleado libre de cualquier tipo de contaminación a una temperatura de 25º.



Referencia

Boeglin, Martha. Leer y redactar en la universidad. Del caos de las ideas al texto estructurado. MAD, 2007.




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