La buena voluntad de Luri es manifiesta pero en su rescate del docente como la figura central de la educación para transmitir contenidos desbarra ligeramente. En su defensa, sin embargo, el uso mercantilista de la escuela que hace el mercado, la dejación de la administración y el clientelismo de las familias, a menudo desorientadas en lo que significa educar. Luri defiende la escuela como un espacio de paz ajeno a las intromisiones y las frustraciones de los adultos. Reivindica un retorno al pasado ilustrado de la escuela republicana, a la excelencia y a la meritocracia. Sus intenciones son buenas y se basan en su experiencia y en la de muchos docentes pero en el ataque a la Escuela Nueva y sus derivados sentencia muy gravemente.
“El destinatario de la Educación no es un “yo” psicológico (sic), sino un “yo” político. Hablar de la autonomía como un atributo del yo sitiado y despejado del sentido de copertenencia es hablar de la autonomía de un autista” (Luri 90).
A) El “yo” político integra al psicológico, como propuso Freud.
B) En la segunda frase puede que tenga razón pero, ¿qué sentirá un asceta? Y, ¿no puede haberlos entre nosotros?
La cosa se complica cuando cita a Tácito (Luri 95).
Corruptissima res publica, plurimae lege (“Los regímenes más corruptos son los que más leyes tienen”).
La tiene tomada con Freud y la intrusión de la psicología en asuntos públicos. Algo de razón no le falta. Pero esta frase sin tener en cuenta su buena intención es fácilmente traducible por la petición de la reinstauración de la Ley del padre más autoritaria. Está claro que la democracia es volátil y veleidosa, pero a ver si nos vamos a arrepentir de ciertas afirmaciones. Este zeitgeist que vivimos ahora de cierta repulsa a lo políticamente correcto se produjo en la República de Weimar y durante el período de entreguerras en el seno de la intelectualidad europea, dividida entre aliadófilos y germanófilos. Queda claro el descontento con muchos aspectos de la vida y la necesidad de más diligencia y celeridad en la propuesta y ejecución de soluciones, pero ya sabemos cómo terminó todo aquello. Ahora bien, la exaltación del ego las últimas décadas admite serias dudas sobre el compromiso social. Cuando éste se derrumba surge el caos más virulento. Algunos darán rienda suelta a lo más oscuro de su ser, otros serán sus víctimas. Quizá, después de todo, la moderación no esté tan mal. Puede que esta sea la auténtica reivindicación de Luri pero la expone mal.
Referencias
Luri, Gregorio. La escuela contra el mundo. El optimismo es posible. 2ª ed., Ariel, 2020.
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